Ab æterno

El niño abrió los ojos en el claro del bosque. Había dormido mucho, y la hierba creció tanto a su lado para acunarlo que habría dormido mil años más, si no anocheciera. Además quería hablar antes con ella. Saltó de un lado a otro, y cantó, rio como nadie más salvo un niño sabe hacerlo.

Siuil, siuil, siuil a ruin
Siuil go sochair agus siuil go ciuin
Siuil go doras agus ealaigh liom
Is go dte tu mo mhuirnin slan

-¿Sabes, Luz? Apareció una noche como otra cualquiera, cuando dormía. Tomó el corazón del pobre diablillo entre sus manos como un tierno pájaro, y llamó a la puerta cada noche a partir de ahí. Sueño con ella casi siempre. Llámalo infantil Luz, pero lo notaba en cada una de sus caricias, como cuando tus rayos calientan la hierba y la tierra antes del alba, casi adormeciéndola de nuevo. La noto tan palpable y cálida como siempre. Con sus ojos capaces de atravesarlo todo, la almibarada mezcla de su candor. Era más divertido que jugar a doblar las cañas de azúcar o robar a los granjeros sus campos de trigo.

Bueno, tú no lo sabes, no es posible contar con palabras cuando notas cómo uno a uno tus sueños vuelven a ti.




¡Dioses, quiero aprender a sonreír así! ¡Quiero que haya siempre más de cuatro estaciones!

Una piedra caída del cielo. Con los dedos garabateó su nombre en el aire, lo cogió con las manos y lo lanzó a las aguas cristalinas del río. Cerró los ojos un segundo y tomó aliento. Sus puntiagudas orejas captaron el armonioso canto de los pájaros, la travesía del agua sobre las piedras, y hasta la pausada caída de una hoja...