La magia
La poción casi ha acabado. Un abrasador armazón de llamas baila sobre la leña.
'Había absorbido las palabras arcanas, la armonía del compás en cada sílaba. Las amplias mangas de su túnica ondeaban con el viento, al tiempo que la magia brotaba como agua clara a través de las runas grabadas a fuego y plata en la yema de sus dedos. No había nada que distrajera su atención.
Sin embargo el veneno sangraba por sus labios, cautivándolo. Su tálamo había caído bajo una tiranía maldita, y ya no era capaz de doblegar la Umbra. Abrió su viejo grimorio y pasó con atroz agonía las hojas.
Nunca encontró un hechizo contra sus ojos de sándalo.
Las lunas han salido para alumbrar la carcomida corteza de un bosque de ceniza, sayo para la azada. Lugar por donde han de pasar los muertos caminando hasta Caronte, con dos monedas: con una pagan para cruzar al otro lado, y lanzan a sus lúgubres aguas la otra donde grabaron tu nombre.
La amargura del laurel