Belcarra

Touch the shell
Only traces remain like a stain on the bed post
Where I lay chamber fades
Second stage, I am tied to the venom

I feel it compressing
They call it a blessing
I call it my grave

I latched to a heart so clinical
I was alive to fight, it feels unnecessary
Pressure is a mortuary
I lost static like a ritual
I was alive to fight, it feels unnecessary
Pressure is a mortuary


I feel a darkness
Survive off my beating heart
I was alive when the sun went down

And when you're touching a lie
Are you thinking of me?
I know I'm scratching a lie
And I'm finding a thief

I was alive
All the lies, all the shame
Cleanliness washed away
Chamber fades in this venom too late
For once I was alive

Sueño

La arena del Forjador dibujó una a una las piedras de aquella calle, en una ciudad cualquiera, sus aceras y los puestos a ambos lados donde se vendían legumbres, frutas o especias. Y a la multitud con la que se cruzaban, al caminar con paso tranquilo agarrados de la mano. También su boca, la cual cinceló con loable dedicación. Sin embargo nada comparable a sus besos, culpables y cómplices de esa sensación tan provocadora al hacer algo prohibido.
Más allá de su reino la sangre bramaba con denuedo, la ignoraba como si no se tratara más que de una simple voz etérea en la buhardilla de sus pensamientos. Tan fatuo como para considerarse capaz de doblegar a su voluntad esos tambores.

Una luna más tarde, la arena bosquejó el olvido. Un lienzo de acuarela diluido con la primera luz.
Desoía el atabal de su sangre, ignoraba la zozobra que lo devoraba por dentro. Consideraba ambas sacrificio suficiente.





No pasó un heptacordo y sombreó a carboncillo un pijama azul de color apagado. Un abrazo cálido, y su rostro enterrado entre sus manos.
Ahí comprendió lo inútil que había sido no darle nombre. O arrebatárselo si lo pensaba. Y como un muro que ha contenido el agua demasiado tiempo se rompió en mil pedazos, desbordado por la rabia de veintiocho lágrimas de fuego.

Y la sueña de nuevo. Dormidos, abrazado a ella, acariciando su piel desnuda.
Ya en su ausencia. Con la sangre en una balsa, salpicada por las mismas lágrimas y el mismo fuego. Tras haberla apartado. Asomado a la memoria de un camino de tinieblas casi sin transitar por donde quiso ir hasta ella.



Y luego se desmoronó en su mano.
Sólo era polvo...
Arena...
Una arena brillante, multicolor, que cayó con el viento helado del fin del mundo.


-Un juego de ti, capítulo V-

A piano

Cada noche despierta en un cuarto oscuro. Su universo se resume en esas venas de piedra, a una forma olvidada en el vacío de esa eternidad sin espejos.

Sobre uno de los muros ha dibujado, con tiza, un piano. Y a la luz del caolín alarga sus pequeños dedos tocando cada una de las teclas, imaginando un sonido con el que su garganta apenas se atreve. Las notas escapan flotando en el aire. No sabe si en su letra silenciosa hay alegría o hay tristeza, porque con el tiempo las confunde. Y sin embargo toca. Cierra los ojos y se imagina que la oscuridad donde vive se ilumina con las llamas de una hoguera, y hacia ella vuelan docenas de caballitos del diablo anhelando purificar sus almas. Observa sus crines negras como la noche, sus alas de libélula y las bocas rebosantes de espuma desapareciendo entre las lenguas de fuego. Se los imagina como la prueba intangible de su misma existencia.

Sonríe de medio lado. Ya la oye. Como la nieve cayendo sobre el asfalto o la yema de un dedo deslizándose suavemente por su nuca. Piensa que si se deslizara por su voz como por un tobogán de cadencias podría agarrarla. Y uno se pregunta si, como cualquier niño, la desharía entre sus manos buscando el origen de su sonido, su tacto inconcluso.



Con la novena, llora.
No lo contiene. Se sienta y se apoya contra el muro. Las notas continúan su danza del fuego eterno. Se abraza las rodillas y observa un punto inexistente en la oscuridad.
Ya no sabe si dibujar más criaturas. Si dibujar a los próceres del cielo o las entrañas nobles de los cuervos. No sabe si era uno de los hijos de Dédalo o uno de los lobos del Padre. O una mancha sin más en la vasta niebla. Sin embargo, y aun con todo, sonríe. Entierra el rostro y ríe.

No sabe lo que era, porque como Bastian olvidó su nombre cuando todo lo anegó. Sí sabe que quiere sublimar, convertirse en un verso inmortal. Uno cualquiera, hasta el de un mal escritor. Y ríe más aún. Ríe hasta que su corazón desconoce la razón, hasta que tristeza y alegría copulan en la vesania de sí mismas. Se pone en pie de un salto y baila. Baila sin parar, baila sobre la sangre de sus pies descalzos. Baila porque su memoria le trajo el recuerdo de unos versos de Rimbaud:

'J'ai tendu des cordes de clocher à clocher; des guirlandes de fenêtre à fenêtre; des chaînes d'or d'étoile à étoile, et je danse'.


La División

Volver a empezar de nuevo aunque el viento sople de cara
Si hay tempestad, habrá calma
Volver a sentir el fuego
Vivir como si fuera juego con ese entusiasmo canalla
Veremos entonces si calla como animal compungido
Entre cerros perdidos el miedo que todo lo halla

De todos los calabozos de los que me he visto presa
Ninguno no viste reja, sinuosos los antojos
Van moldeando mis gozos como barro fresco y frágil
Como en un estado febril ando medio hipnotizada
Por el brillo anonadada, ¿por qué caer es tan fácil?



Volver a empezar de nuevo, reanimar los jardines
Sentir en los pies los bailes, recoger fracasos al vuelo
Luchar otra vez por el juego que todo lo vuelve posible
Jugoso, mutable, sensible, sí, así lo quiero para mí
Profundo y ligero, así, en este mundo tangible

Que la vulnerabilidad me haga más libre, más justa
Que se abra como una pausa, volver a aprender a escuchar
Que mi voz vuelva a mutar después de tanta cosecha
Y convertida en veloz flecha atraviese esta pared
Y vuelva a mirar con sed qué principio abrió esta brecha

De las amarguras miel, las heridas en la piel, se curan

Volver a empezar de nuevo aunque el viento sople de cara
Si hay tempestad, habrá calma
Volver a sentir el mmm